miércoles, 21 de enero de 2009

Viajo en micro

Viajar en micro tiene eso que es tan chileno, en ella viaja el "pueblo" y puedes ver de todo, como el payaso que hace su show de humor rápido e inocente (algunas veces bastante pícaro), el grupo de reggeton, el guitarrista con su guitarra carreteada, el chanta, el vendedor de helados, el lanza, el flaite, el curao y en fin, de todo. Por eso me gusta viajar en micro, me hace feliz y le da un poco de folklore a mi vida.
Lamentablemente, la realidad de las micros, por estos días es agresiva y hostil hacia nosotros, los pasajeros, más aún que hace algunos años. Si bien, nos siguen tratando mal, como pedazos de carne, como ladrones o perros, los precios de antaño eran una miseria al lado de lo que cobran por estos días. Quinientos pesos desde Valparaíso hasta Viña, trescientos pesos para un viaje local, cuatro cientos pesos para llegar desde el plan a mi casa, hacen que viajar en micro sea un dolor de cabeza más que una solución al transporte. En estos momentos, para llegar desde mi casa en Viña hasta Valparaíso me cuesta casi mil pesos, es decir que en la ida y vuelta desaparecen de mi bolsillo dos mil pesos. Para una persona de escasos recursos, ese dinero es vital.
Yo recuerdo perfectamente, que hace no más de cinco años, el pasaje local costaba doscientos pesos y el directo no más de cuatrocientos pesos. Los colectivos era mucho más caros y ahora, prefiero mil veces esos.
Ni hablar del pase escolar, que cada vez es más odiado. Los micreros lo limitan a ser solo un pedazo de plástico, no sirve en verano y aunque sirviera, costaría doscientos veinte pesos.
La última alza en los precios fue argumentada por los elevados precios del barril de petróleo, cuando rondaba los ciento treinta dólares, pero en estos días que el precio de este mismo, anda por los cuarenta dólares, la tarifa no corresponde. Obviamente, están ganando más y más.
Si la gente no se mueve, esto va a seguir siendo así o peor, por eso yo llamo a la gente a que muestre su disconformidad. Con el poco poder que tengo haré lo mío, pegando carteles y exigiendo lo que yo como chileno merezco, aunque sea, por lo menos, un trato justo como debe ser entre dos personas.
Por cierto hoy, no odié tanto a las micros, porque cumplí seis meses de pololeo con Camila. Mañana seguiré odiándolos y si es necesario: QUEMARÉ UNA MICRO.
Hasta la próxima.