lunes, 28 de diciembre de 2009

¿Yo, dónde estoy?

Recordando mi ensayo “Caminando solo” reflexiono sobre la incomunicación del hombre moderno, que viene de la mano con la globalización. Paradójico resulta pensar que estos dos términos tengan algo en común, pero no se ve ilógico al pensar en qué llevan detrás y qué resultados evidencian. Bartleby anuncia, sin equivocarse, que la humanidad, representada en él, se convertirá en un ente inerte ante su sometimiento. La voluntad humana se perdió con su camino a lo complejo. La solución que tanto buscan los ilusos para la problemática humana es el término de la vida, no por nada los viejos añoran la niñez, época de aprendizaje y dificultad, pero de ingenuidad ante todo. La felicidad es indirectamente proporcional a la inteligencia o, más aún, a su entendimiento del mundo y la humanidad. Nosotros, hombres y mujeres de saber, tecnología y decadencia creemos ver un universo mejor iluminado que, incluso, nuestros padres. La ciencia nos explicó todo lo que la religión no nos pudo enseñar y que, nos vetó. La condena está hecha y fue anunciada a tiempo, lástima que no actuamos bien: “¡Oh Bartleby! ¡Oh humanidad!” (1). Bartleby es la humanidad. ¡Pobre de él! ¡Pobres nosotros! Creamos nuestros destinos queriendo lo mejor para nuestros hijos, pero más aún, para nosotros, egoístas.

La explicación de todo está en que no estamos hechos para asumir la tarea de castigarnos. Después de siglos en que perdimos mucho más de lo que conseguimos para avanzar, queremos ganar. Estamos ansiosos de victoria, pero ¿sobre quién? Sobre Bartleby. Esa es la causa: si mis bases se caen, yo caigo con ellas. Mientras más hundimos a nuestros adversarios, más nos destruimos. Pero, ¿qué ocurre si el perdedor no acusa daño ante mis ataques? ¿Qué ocurre si se muestra impertérrito ante lo que ocurre? Si evitamos la confrontación, por lo menos evadimos la derrota. No es la solución, pero no peligra equivocación. Es en esto donde gira la historia de la citada novela: “Preferiría no hacerlo” (2) es la respuesta. El opresor podría pensar: “¿Qué hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué dice mi conciencia que deberían hacer con este hombre, o más bien, con este fantasma? Tengo que librarme de él; se irá, pero ¿cómo? ¿Echarás a ese pobre, pálido, pasivo mortal, arrojarás esa criatura indefensa? ¿Te deshonrarás con semejante crueldad? No, no quiero, no puedo hacerlo”. (3) Es por eso, porque no saben qué hacer ante una respuesta coherente que su ataque es ineficiente o nulo.

“De todos los infortunios que afligen a la humanidad el más amargo es que hemos de tener conciencia de mucho y control de nada.” (4). La humanidad se está perdiendo, creímos engañados que nuestra vocación era mejorar para lograr una sociedad “perfecta” ¿Cuál es la perfección? No existe, partamos de eso. La incomunicación, la derrota, la guerra, el exterminio, la muerte son sólo el resultado de la lucha, realmente ficticia, que llevamos contra nuestra propia integridad. La vocación original y única del humano es vivir y nada más. La religión, el amor y la victoria incluso, son adornos. Hay que asumir la tarea de reconocer que hemos perdido tantos siglos en buscar el tesoro que nunca existió. Vivamos pensando que ya no hay en qué preocuparse. Lo que hacemos es superfluo.

(1), (2) y (3): Bartleby, el escribiente. Herman Merville. Publicado en 1856 en el libro Melville The Piazza Tales.

(4): Heródoto.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Baño Público

Baldosas sucias de tierra, licor, sangre
mezcla repugnante a los zapatos.
Pasos olvidados dejaron su marca en ciertos rincones,
la cloaca sucia me recibe.

Me siento solo en la bajeza.
Aquí yace la naturaleza humana,
la evitamos, más es inherente:
el olor cuelga de nuestras cabezas.

Cementerio de fósiles, es aquí donde mueren
las esperanzas. Nuestra alma se muestra
cruda y los billetes nada valen.

Baño público miserable
te condeno:
vivirás siempre bajo la orina del
hombre.

martes, 17 de noviembre de 2009

Comprimo mis dedos en el teclado que, oscuro y esperando, se plantea tosco ante mí.

Escribo usando mis extremos, rodeando el lápiz vanidoso de su tacaño tamaño, de su escuálido cuerpo, de su determinante poder. Lo uso y mantengo para anotar breves documentos que ignoro si serán conocidos.

Camino fatuo, pecho erguido y mirada insolente. Me creo el que no soy ni seré. Me creo Dios. Pienso.

Sueño mientras duermo. Mi cuerpo reposa sosegado. Mis ojos cerrados no intentan abrir.

La luna se acerca tímida, sonriéndome. Sus pecas la iluminan. La espero, su llegada me inquieta. Alzo mi mano para alcanzarla y cuando ya casi puedo tocarla me doy cuenta que es un vidrio. Miro a través y veo a un hombre escribiendo, seguramente una tontería en su computador.

martes, 27 de octubre de 2009

Mi engaño

Imagino y creo que un día
después de las glorias que me prometen
me sorprenderán desnudo y sin arma
sin palabra ni mentira.
Me humillaré en la vergüenza de mi engaño
descubriré quién soy y fui.

Reflexiono por las tardes
para en la noche dormir,
soñar con mi condena: creer que quiero
parar y desenmascararme,
ser y matar.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Martín

Cuando te compre tiritabas de miedo y ni siquiera sabías dónde estabas. A las dos horas comenzaste a jugar con nosotros porque te enganchamos con la comida, que siempre te gustó. La primera noche fue horrible y debí haberme imaginado que ibas a ser un mamón¡Ah, que mamón fuiste! Dormir en el patio para ti era inhumano, debías dormir, por lo menos, en los sillones cómodos o en una cama. Todas las noches eran una guerra porque tu querías entrar y nosotros queríamos que cuidaras la casa afuera. Igual, siempre entrabas. Te acostabas en mi cama mientras yo tocaba la guitarra. Tú sabes todas las canciones, mis secretos, mis estudios. Tú dormiste conmigo, viajaste conmigo. Te pegué y me pegaste, nos odiábamos y nos queríamos, ladraste y lloraste.
La libertad, sentía yo, era para ti lo más importante: nunca tuviste límites y quisiste llegar más lejos. Muchas veces pensé: si este perro tiene un patio gigante, por qué quiere ir a la calle. Porque descubriste que el mundo es infinito y no había tiempo que perder, había que correr, había que oler, había que ladrar y por más que te reté jamás dejaste de hacerlo.
Me acordé de cuando te acostabas en el pasto y no te dejaba tranquilo molestándote, te tocaba la cara, te daba vueltas. Nunca fuiste pesado, es más, yo creo que te gustaba jugar conmigo.
¿De qué hubiéramos hablado si lo hubieras podido hacer? Me imaginaba las conversaciones que seguramente hubiéramos tenido porque siempre te conté todo, sólo que nunca me respondiste, aunque me mirabas con cara ladeada así como diciendo de qué habla este gil. ¿Cuánto tiempo pasamos juntos? Eras mi compañero, mi amigo, mi mejor amigo. Te crié, te alimenté, te acosté, te dí las pastillas, te levanté cuando tuve que llevarte al veterinario para los controles y no fue fácil. Perro tonto, barza, amermelao, gil. Te quiero. Cuando estabas ahí, inmóvil a la orilla de la calle y yo al lado tuyo, te acaricié pensando en que todas la lágrimas que derramo están echas del amor de padre e hijo, de hermanos, de compañeros y todo lo que fuimos juntos.

martes, 7 de julio de 2009

Caminando solo

No hace mucho viví una experiencia que me marcó de forma particular: almorzaba junto a mi familia en un restaurant italiano, todos juntos, muy felices y disfrutando del momento, de repente me fijé en un sujeto, que ya estaba muy mayor y que comía solo. No sé si habrá sido una impresión propia, pero notaba en su rostro signos de tristeza. En seguida concluí que su infelicidad aparente era producto de su estado de soledad. Su recuerdo quedó en mi cabeza, pero de pronto comencé a cuestionarme en varios aspectos.
¿Por qué inferimos, casi naturalmente que la gente sola está triste? Si nos produce compasión, ¿Qué hay de malo en vivir sin compañía? Simplemente porque somos parte de la sociedad. Identificamos el éxito con ciertos parámetros establecidos por otros y para un grupo ideal. Por ejemplo: el dinero. Pero al mismo tiempo, reconocemos que cada vida es única y personal, con necesidades propias de lo que a cada uno le ha tocado experimentar y, por lo tanto, la felicidad (si la consideramos como cúspide de la vida) es diversa y la forma de arribar a ella tiene un sinnúmero de caminos.
Se nos presenta, entonces, una contradicción que dejamos pasar sin darnos cuenta, porque en este siglo, nihilista y criticista, destacamos lo negativo por sobre lo positivo. Un hombre solo, pero radiante de vida, está solo, y a pesar de todo lo que tenga por detrás. También, sabemos que existe gente que, al ser vulnerable, necesita ayuda permanente y compañía protectora. Pero, al mismo tiempo, existe gente que no necesita a alguien, que es fuerte y es capaz de llevar sus propias riendas. "Se refleja esta dualidad al identificar a la soledad con la pena. Las penas de amor son penas de soledad[...](1).La soledad es una elección o por último, nuestro destino.
Si nos apegamos a la teoría darwinista y nos alejamos, por lo tanto, de cualquier tendencia religiosa, pensamos en el hombre como un animal que posee instintos . Lo que nos hace sentirnos superiores es la predominancia de la razón por sobre la fuerza. Pero la razón es artificial (2) y el instinto natural. El hombre es en definitiva, un animal solitario por instinto y social por razón. ¿Es entonces perjudicial algo que de nuestra naturaleza se sobrepone a la razón que nosotros mismos hemos creado?¿Quién me asegura que las reglas impuestas son realmente las correctas? La lógica del hombre es la cuestionable. Ejemplo de ellos hay en todos los tiempos: la inquisición o el nazismo fueron considerados aceptables alguna vez por un gran número de personas. "Lo que en una época parece malo, es casi siempre un residuo de lo que parecía bueno en la época anterior; es el atavismo de un ideal ya viejo."(3)
Aceptando que la soledad es una condición natural del hombre, como lo afirma Octavio Paz: "La soledad, que es la condición misma de nuestra vida, se nos aparece como una prueba y una purgación[...]".Pero luego sentencia: "Todos los hombres, en algún momento de su vida se sienten solos; y más, todos los hombres están solos [...](4). Reconocemos que no debe ser visto como motivo de tristeza o compasión la soledad del prójimo. Más bien debemos analizar y comprender sus motivos. Al momento de conocer la razón de su aislamiento social podemos, recién actuar con derecho y a medida de sus necesidades.
Concluímos, entonces, que el hombre es un ser solitario y, aunque vive en sociedad, tiende a la incomunicación, a la aislación y la vida solitaria por elección propia o por naturaleza del ser. La visión exterior de su persona no puede ni debe ser centrada en su soledad, ya que no constituye falta, error social, ni menos una ilegalidad. Considerando que "nacemos solo y morimos solo" (5), vivir solo es un derecho natural y admirable, quizás más vale estar solo, que mal acompañado.

(1): Octavio Paz; La dialéctica de la soledad; El laberinto de la soledad.
(2): Nota aclaratoria: La razón del hombre, la razón de la época es variable e inconstante. Se basa sobre el dogma y lo que el superior ordena. El hombre crea la razón para establecer parámetros de conducta, para limitar el instinto. Matar no es razonable, aunque el instinto lo ordene.
(3): Nietzche; Más allá del Bien y del Mal; pág 67.
(4) y (5): Octavio Paz; La dialéctica de la soledad; El laberinto de la soledad.

sábado, 4 de julio de 2009

Ensayo sobre Mi ceguera

Estamos todos ciegos: no podemos ver mas si podemos vivir. Entonces sólo como bárbaros logramos existir. Es así, podemos matarnos, violarnos o robarnos. Comer es el objetivo y si logramos algo más, mejor aún. Ni Dios, ni el ejército, ni el más poderoso puede controlarnos pues, finalmente, somos ciegos y la ceguera se pega. Arranca si aún puedes ver. Ten miedo, desconfía: podrías estar viviendo junto a tu ladrón, a tu asesino, lo sientes pero no lo puedes ver, estás ciego.
¿Qué ocurre con el que sí puedes ver? ¡Oh pobre de aquel! Si bien la facultad de ver permite observar donde pisas y qué ocurre en tu alrededor, deja ante tus ojos la realidad tal como es. Sí, ves donde pones tus pies, pero ves como los posas sobre excremento para avanzar. Ves, como te violan, ves como roban, ves como la sociedad se degrada para sobrevivir. ¿Realmente quieres ver? La luz que atrapas es tu trampa, no veas y serás feliz. ¿La risa abunda en boca de los tontos?

miércoles, 17 de junio de 2009

Poema corto

Yo estoy hecho

de viento y arena

o me quieres como soy

o me olvidas con la noche

no pretendas que me quede

ni que te recuerde

ni que ofenda

solo soy viento y arena

solo soy

viento y arena

miércoles, 21 de enero de 2009

Viajo en micro

Viajar en micro tiene eso que es tan chileno, en ella viaja el "pueblo" y puedes ver de todo, como el payaso que hace su show de humor rápido e inocente (algunas veces bastante pícaro), el grupo de reggeton, el guitarrista con su guitarra carreteada, el chanta, el vendedor de helados, el lanza, el flaite, el curao y en fin, de todo. Por eso me gusta viajar en micro, me hace feliz y le da un poco de folklore a mi vida.
Lamentablemente, la realidad de las micros, por estos días es agresiva y hostil hacia nosotros, los pasajeros, más aún que hace algunos años. Si bien, nos siguen tratando mal, como pedazos de carne, como ladrones o perros, los precios de antaño eran una miseria al lado de lo que cobran por estos días. Quinientos pesos desde Valparaíso hasta Viña, trescientos pesos para un viaje local, cuatro cientos pesos para llegar desde el plan a mi casa, hacen que viajar en micro sea un dolor de cabeza más que una solución al transporte. En estos momentos, para llegar desde mi casa en Viña hasta Valparaíso me cuesta casi mil pesos, es decir que en la ida y vuelta desaparecen de mi bolsillo dos mil pesos. Para una persona de escasos recursos, ese dinero es vital.
Yo recuerdo perfectamente, que hace no más de cinco años, el pasaje local costaba doscientos pesos y el directo no más de cuatrocientos pesos. Los colectivos era mucho más caros y ahora, prefiero mil veces esos.
Ni hablar del pase escolar, que cada vez es más odiado. Los micreros lo limitan a ser solo un pedazo de plástico, no sirve en verano y aunque sirviera, costaría doscientos veinte pesos.
La última alza en los precios fue argumentada por los elevados precios del barril de petróleo, cuando rondaba los ciento treinta dólares, pero en estos días que el precio de este mismo, anda por los cuarenta dólares, la tarifa no corresponde. Obviamente, están ganando más y más.
Si la gente no se mueve, esto va a seguir siendo así o peor, por eso yo llamo a la gente a que muestre su disconformidad. Con el poco poder que tengo haré lo mío, pegando carteles y exigiendo lo que yo como chileno merezco, aunque sea, por lo menos, un trato justo como debe ser entre dos personas.
Por cierto hoy, no odié tanto a las micros, porque cumplí seis meses de pololeo con Camila. Mañana seguiré odiándolos y si es necesario: QUEMARÉ UNA MICRO.
Hasta la próxima.